En un rincón privilegiado del Valle del Cauca, entre las montañas verdes de la región del río Frayle y las aguas salobres de los manglares en Buenaventura, se tejió un encuentro de saberes ancestrales y soluciones ecológicas. Un grupo de representantes de Bolivia, provenientes de la Fundación Natura Bolivia y la Comunidad Indígena del Pueblo Guaraní, cruzaron fronteras geográficas y culturales para conocer una experiencia que, aunque distante de sus tierras, tiene mucho en común con sus desafíos ambientales: los Acuerdos Recíprocos por el Agua (ARA) implementados por la CVC, una estrategia de conservación que ha transformado la relación entre las comunidades locales y su entorno natural.
El agua como vínculo ancestral
El recorrido comenzó en Florida, en el Resguardo Indígena Triunfo Cristal Páez, un territorio lleno de historia y tradición, donde los habitantes han logrado integrar su cosmovisión ancestral con las necesidades de la conservación ecológica. La delegación boliviana escuchó atentamente las historias de los líderes comunitarios, quienes compartieron cómo la CVC les ha acompañado en la protección de los ecosistemas vitales para la regulación del agua en la cuenca del río Frayle.
A medida que el grupo caminaba por la quebrada Los Patos, uno de los muchos ecosistemas que se han logrado conservar gracias al ARA, los ojos de los visitantes brillaban con admiración. Allí, los habitantes del Resguardo no solo hablaban de la importancia de preservar el bosque, sino de cómo estas acciones han cambiado su forma de entender la naturaleza y el futuro de sus hijos. Como un símbolo del éxito de este esfuerzo, Doña Nelly Payán, beneficiaria de las iniciativas, les mostró su estufa ecoeficiente, un pequeño aparato con gran impacto. “Ahora no tenemos que depender tanto del bosque para obtener leña. Esto ha sido una bendición para el medioambiente”, comentó, mientras su voz se entrelazaba con el murmullo del río que pasaba cerca.
De la sabiduría indígena a la acción comunitaria
Para Gualberto Carballo, coordinador de la Ecorregión Chaco de la Fundación Natura Bolivia, la visita resultó especialmente enriquecedora. “Lo más impresionante ha sido ver cómo las comunidades se han apropiado de este proceso. A veces, trabajar con actores sociales no es fácil, pero aquí parece que todos han entendido el propósito común: proteger el agua y los recursos naturales”, comentó, satisfecho. Carballo también destacó la visión a largo plazo de los residentes de Florida, quienes han aprendido a caminar junto a la CVC en la restauración ecológica, un proceso que, aunque lento, parece tener los cimientos firmes en el respeto por la tierra.
El otro lado del agua: el manglar y su rol en el cambio climático
La gira continuó hacia la costa del Pacífico, al Consejo Comunitario de Comunidades Negras del río Cajambre, en Buenaventura, donde el agua se conecta con otro ecosistema vital: el manglar. Aquí, los miembros de la comunidad compartieron su experiencia en la protección de los manglares, un ecosistema que, además de ser un refugio para diversas especies, juega un papel crucial en la mitigación del cambio climático al capturar carbono.
Richard Estrada, director técnico de la Fundación Natura Bolivia, no podía ocultar su asombro ante las prácticas de conservación del manglar que se realizaban en la región. “No tenemos mar en Bolivia, pero el trabajo que se hace aquí con el manglar es ejemplar. Es impresionante cómo las mujeres, en particular, están liderando estos procesos. Además, el compromiso de la comunidad por proteger especies como las tortugas marinas nos inspira a replicar estas acciones en Bolivia”, comentó, reconociendo el valor de los procesos sociales que habían llevado a la protección no solo del manglar, sino de otras especies vulnerables.
Vínculos más allá de las fronteras
Gloria Suárez, coordinadora de la Estrategia ARA de la CVC, comentó que este intercambio de saberes no solo es vital para fortalecer la conservación local, sino para conectar comunidades más allá de las fronteras. “Aunque en Bolivia también tenemos ARA, los intercambios como este nos permiten aprender unos de otros y fortalecer la red de actores sociales comprometidos con la protección de los recursos naturales. La Escuela ARA es un ejemplo de cómo podemos ampliar este tipo de iniciativas, no solo en Colombia, sino a nivel internacional”, explicó.
Así, entre senderos de selva, charlas entre ancianos y jóvenes, y la constante búsqueda de soluciones conjuntas para el cuidado del agua y el medioambiente, la visita de la delegación boliviana a los Acuerdos Recíprocos por el Agua se convirtió en una lección de vida. La lección de que, cuando las comunidades se unen, cuando las voces se escuchan y se respetan las tradiciones, los ecosistemas no solo sobreviven: florecen. Y, en esa florecer, el agua, como elemento vital, sigue siendo el vínculo más poderoso.
El intercambio de experiencias ha logrado, finalmente, la conexión entre territorios distantes, pero igualmente comprometidos con un mismo futuro: el de un planeta sano, cuidado por sus habitantes, que entienden que la protección de la naturaleza no es un acto aislado, sino un compromiso colectivo, que va más allá de las fronteras nacionales.